Nos encontramos en una época en la que más se ha criticado la forma de vida que conlleva el trabajo. Evidentemente, a no ser que dispongas de una jugosa renta, te toque una gran herencia o un premio de lotería, vas a tener que buscar un empleo para ser independiente económicamente.
Sin embargo, fenómenos como el ‘burnout’ laboral se han generalizado mucho entre la población mundial, que ha cristalizado en fenómenos como el de la Gran Renuncia, vivido en Estados Unidos el año pasado. Nunca ha estado tanto en el ojo de la diana la factura que pasa un trabajo precario a la salud mental.
A toda esa lista de definiciones de los efectos negativos que produce una rutina laboral asfixiante, o con la que no estamos satisfechos, se le ha añadido uno recientemente: el de la ‘dismorfia de productividad’, acuñada por la periodista internacional Anna Codrea-Rado, quien lleva años escribiendo para medios tan importantes como la ‘BBC’, ‘The Guardian’ o ‘The New York Times‘.
Como su propio nombre indica, sucede cuando un empleado siente que no está siendo lo suficientemente productivo, a pesar de que lo sea. Y esto, a su vez, se extiende a otras esferas de su vida, produciendo sentimientos de ansiedad, de síndrome del impostor y la sensación de estar quemado.
Codrea-Rado lanzó una simple pregunta a sus usuarios de Twitter: “¿Alguna vez has sentido una desconexión muy grande entre lo que has logrado de manera objetiva y tus sentimientos al respecto?”.
En cierto modo, la ‘dismorfia de productividad’ sucede cuando en tu fuero interno sabes que lo has dado todo en una tarea o un proyecto, pero, sin embargo, sientes una sensación de frustración o de poder haber hecho mucho más. No se trata de una mera autoexigencia desorbitada, sino más bien el sentimiento de fracaso incluso en los propios logros, disminuyendo su importancia.
El bajón productivo en el trabajo
“La ‘dismorfia de productividad’ es la intersección entre estar agotado, sufrir de síndrome del impostor y tener ansiedad”, recalca la periodista, después de haberlo consultado con expertos psicólogos, en un artículo de la revista ‘Refinery29’. “Es el alter ego de la ambición: el hecho de buscar ser productivos nos impulsa a hacer más a medida que nos priva de la capacidad para saborear cualquier éxito que podamos encontrar en el camino”.
“Los logros pueden levantarnos el ánimo de manera temporal y hacernos sentir maravillosamente, pero los efectos de estos pueden ser bastante fugaces” Aunque se pueda parecer al síndrome del impostor, como decíamos, la diferencia es que este último consiste en la poca confianza en uno mismo a la hora de llevar a cabo un trabajo, mientras que la ‘dismorfia de productividad’ es la desconfianza frente al producto ya hecho y terminado, es decir, aparece después de haber conseguido algo que presume de ser positivo.
Más o menos se refiere al bajón que experimentamos después de haber logrado algo importante o de haber sentido una satisfacción alta. “Los logros o las grandes experiencias pueden levantarnos el ánimo de manera temporal y hacernos sentir maravillosamente, pero los efectos de estos pueden ser bastante fugaces”, explica Jacinta M. Jiménez, psicóloga consultada por Codrea-Rado.
Así, “regresamos rápidamente a nuestro estado natural y nos empeñamos en volver a tener la satisfacción en otra cosa, solo para sentir de nuevo lo mismo”. Esto, evidentemente, puede conducir fácilmente a la insatisfacción por todo, pues nunca nada es suficiente, pudiendo caer en una espiral de obsesión por superar retos cada vez más difíciles, lo que genera ansiedad.
¿Cuál es la mejor solución?
Si te has sentido identificado, seguramente te preguntes cuáles son los posibles remedios para atajar esta molesta sensación. Lindsey Ellefson, periodista de ‘Life Hacker’ especializada en salud mental, ha apuntado que, por ejemplo, puedes anotar en un papel o diario una lista de tareas pendientes junto con las que ya están concluidas.
“Puede ser útil ver estos hechos representados de una manera tangible”, asegura. De esta forma, podrás “reconocer mentalmente que estás alcanzando tus metas y haciendo un buen trabajo”. Cada vez que cumplas con un objetivo, apúntalo.
Es importante comprender tus éxitos y victorias. “Si todavía sientes que no has hecho lo suficiente, trata de concentrarte en la lista de cosas que ya has hecho y recordar que eso ya es bastante”. No hace falta ser los mejores en todo ni tener las exigencias muy altas, lo más importante pasa por estar satisfecho con el trabajo realizado Por otro lado, es igual de relevante valorar los mensajes positivos que te llevan por los esfuerzos realizados. Dirás que no recibes demasiados mensajes a diario, lo cual no es cierto, pues si haces las cosas bien y cumples con tu labor, es porque lo estás haciendo de forma correcta.
“Recibimos muchos mensajes positivos en nuestro día a día que pueden pasar desapercibidos si estamos agobiados”, asegura Ellefson. Sin embargo, tampoco nos debemos dejar llevar por la validación externa, ya que en ocasiones también puede ser negativa, sea porque lo tenemos merecido o de manera injusta. Por último, reconsidera tu idea de productividad.
Muchas veces tendemos a pensar que nada es suficiente. No hace falta ser los mejores en todo ni tener las exigencias muy altas, lo más importante pasa por estar satisfecho con el trabajo realizado.
Y si de repente fracasas en algo, “ello no tiene por qué invalidar todo el camino recorrido”. Por otro lado, el descanso es necesariamente productivo, pues si no nos despejamos y vivimos obsesionados con la idea de cumplir todo en el menor tiempo posible, correremos el riesgo de hacerlo mal al no obtener una recompensa mental al esfuerzo invertido.
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LM