India publicó un proyecto de estrategia nacional para el Ártico al arrancar este 2021. Y es que para un país que está más cerca del Ecuador que del Polo Norte, es de alta importancia el Ártico.
Pero esta región cubierta de hielo y que fue modelo para la cooperación posterior a la Guerra Fría, la rivalidad que se intensifica entre China, Rusia y Estados Unidos, ya está preocupando.
En los últimos años, han aparecido diversas estrategias, ya sea nuevas o actualizadas, de países como Canadá, China, la Unión Europea, Francia, Alemania, Noruega, Polonia, Rusia, Suecia y el Reino Unido.
Pero no sólo ellos. Ahora se suman la Fuerza Aérea, Ejército, Guardia Costera, Cuerpo de Marines y la Marina estadounidense, así como los departamentos de Defensa y Seguridad Nacional.
Todos los planes tienen algo en común, que se refieren a la seguridad nacional de la política para el Ártico. Por ejemplo, la Fuerza Aérea de Estados Unidos indicó, desde el año pasado, que es una zona de “inmensa consecuencia geoestratégica”.
En tanto, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió hace unos meses de una “mayor presencia militar de Rusia” y de una “mayor presencia china” que están “cambiando el panorama de la seguridad”.
Y es así como está creciendo la rivalidad más que el cambio climático y las implicaciones para el futuro del planeta derivadas del aumento de las temperaturas en el Ártico.
Incluso, Estados Unidos, Rusia y China se ven con recelo debido a la intensificación de las tensiones en otros lugares, como Europa Central y Oriental y Asia Oriental, y en otros ámbitos políticos como comercio, actividades cibernéticas y espacio.
Sin embargo, el cambio climático del Ártico es un asunto urgente para todos. Ante ello, la estrategia de India mencionó la conexión entre el derretimiento de la capa de hielo del Ártico y los patrones de los monzones.
También advirtió que las temperaturas árticas más cálidas podrían liberar patógenos atrapados bajo el hielo y desencadenar futuras pandemias. Cierta ‘ventaja’ es que desde un punto de vista económico, el cambio climático ofrece perspectivas de rutas marítimas más rápidas y libres de hielo entre Europa y Asia, y de acceso a grandes y remotas riquezas de energía y minerales.
Sin embargo, los bajos precios mundiales del gas y el petróleo, junto con los objetivos, tanto de gobiernos y empresas, para avanzar hacia un futuro neutro en emisiones de carbono, hacen que no sea rentable poner en marcha grandes proyectos de energía en el Ártico.
Aunque hubo una excepción: una empresa rusa de gas natural licuado en la península de Yamal en la que China invirtió.
Este proyecto ilustra cómo las tensiones entre las grandes potencias dan forma a las tendencias en el Ártico. Parte de ello, fue que tras las sanciones económicas de Estados Unidos y Europa a Rusia, por la anexión de Crimea en 2014 y la intervención militar en el este de Ucrania, Moscú recurrió a China en busca de ayuda con la empresa Yamal.
Además, la futura ruta de navegación más importante del Ártico es la Ruta del Mar del Norte, que se extiende a lo largo de la costa norte de Rusia y que está cada vez más libre de hielo y eso representa para China que sea entre 10 a 12 días más rápido enviar mercancías a Europa por esta ruta que por la tradicional a través del Estrecho de Malaca y el Canal de Suez.
Y China cuenta con los recursos para invertir en la infraestructura necesaria para explotar esa nueva ruta. Pero hay algunos peros en esta Ruta del Mar del Norte, uno de ellos es no es lo suficientemente profundo para los grandes buques portacontenedores.
China también tiene que pagar por los servicios rusos de navegación y de rompehielos. Sin embargo, algunos expertos en Moscú advierten sobre permitir que China expanda su influencia en el Ártico, como ya lo hizo en el Lejano Oriente ruso.
Para el Kremlin, la dificultad es que el desarrollo de esta importante zona al parecer es importante para el futuro económico de Rusia, pero las malas relaciones con Occidente hacen que se corra el riesgo de que Moscú dependa demasiado de la ayuda de Beijing.
Preocupaciones similares sobre el papel de China en el Ártico sustentan la política de Estados Unidos hacia Groenlandia. El expresidente Donald Trump causó alboroto en 2019 cuando sugirió comprar la isla a Dinamarca.
Con menos fanfarria, Estados Unidos manifestó su determinación de mantener a Beijing bajo control mediante la firma de un acuerdo en octubre pasado con Dinamarca y Groenlandia que cubría la base aérea de Thule de la isla, así como el comercio, energía y protección ambiental.
Por supuesto, la rivalidad no está fuera de control. Pero el Consejo Ártico de ocho potencias, un foro de cooperación regional que se estableció en 1996, no está equipado para abordarlo porque su competencia no incluye las cuestiones de seguridad.
El Ártico es una región frágil. Necesita que Estados Unidos, Rusia y China encuentren puntos en común para proteger su futuro contra las consecuencias de sus otras disputas.
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