Después de haber sido suspendidos todos los eventos de música, deporte y espectáculo durante más de dos años por la pandemia del Covid-19, regresan con más fuerza y algunas modificaciones, como el uso obligatorio del cubre bocas y el acceso al evento únicamente con la prueba negativa (para los no vacunados) o el certificado de vacunación con el esquema completo.
Sin embargo, hay un rubro que también fue altamente castigado y parece que está dispuesto a recuperar todo lo perdido, los revendedores, esas personas particulares que se encuentran fuera del Auditorio Nacional, Autódromo Hermanos Rodriguez, Foro Sol, entre otros, preguntando descaradamente ¿cuantos te sobran?, ¿cuantos te faltan?, ¿cuánto ofreces?, están haciendo su lucha por no desaparecer.
A pesar que la reventa de boletos es ilegal, parece que las autoridades no están muy preocupadas por su extinción, ya que la mayoría de los tratos se cierran a escasos metros (o centímetros) de la presencia policiaca, incluso existen quienes entran y salen del evento con singular ligereza, ya que de esta manera comprueban a sus clientes que los boletos son auténticos, les ofrecen pasar con ellos y que los clientes paguen el precio una vez dentro del evento.
Pero quienes sí están dispuestos a acabar con los usureros revendedores son la generación Z (personas nacidas entre 1997 a 2012) quienes en los últimos eventos masivos, se han negado a enriquecer a la mafia revendedora que conoce a la perfección el sistema y se aprovechan de la coyuntura para inflar los precios de los boletos sin ningún tipo de regulación.
Hay otro factor que está afectando directamente a los revendedores, que es la tecnología, cada vez es menos común que asistan personas a formarse de manera presencial a las taquillas, actualmente es posible formarse en una fila virtual, como lo pudimos ver con la gira “Último Tour del Mundo de Bad Bunny”, quien alcanzó más de 300 mil lugares en fila de espera.
Pero así como la organización de los eventos se modifican, los revendedores también se adaptan y mejoran su estrategia como pudimos verlo con el mismo evento de Bad Bunny donde acapararon los boletos con anticipación y pusieron a reventa un boleto que originalmente costaba 3 mil 600, en más de 44 mil pesos, lo que significa más de 12 veces su valor original.
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La realidad es que para eliminar este delito que se alimenta de la desesperación de los consumidores y que se mueve a través de la ley de la oferta y demanda, se tiene que adoptar una responsabilidad colectiva, en donde las autoridades hagan su parte del trabajo, los organizadores de eventos mejoren sus procesos de adquisición de boletos y los usuarios se nieguen a consumir boletos a sobre precio.
MGG