Parece ser que hay muy poca comprensión del fenómeno psicosocial que hoy se vive en México.
El impacto de la difusión del reportaje que describe el estilo de vida que lleva en Houston el hijo de nuestro presidente con su familia, -contrastado esto con las reiteradas apelaciones de nuestro primer mandatario en contra de los lujos modestos de la clase media mexicana-, que ni remotamente alcanzan la sofisticación y opulencia de la calidad de vida de la familia López.
Adams, con toda seguridad en otro país habría detonado un tornado político. Sin embargo, en México no sucede nada.
Muy lejos queda el impacto de la actual noticia comparada con los cuestionamientos que surgieron cuando se dio a conocer la información de la denominada “casita blanca”, propiedad de quien era la esposa del presidente Peña Nieto, -Angélica Rivera-, quien debió salir a dar la cara a los medios de comunicación para tratar de convencernos del origen lícito de su fortuna personal.
Sin embargo, en este caso actual, la noticia ni siquiera ha merecido una explicación convincente por parte del presidente.
Para dos hechos similares, dos respuestas radicalmente diferentes por parte de la opinión pública.
El diferenciador fundamental entre ambos hechos ha sido el blindaje emocional de la reputación personal de cada uno de los dos presidentes en funciones.
El presidente López Obrador está blindado respecto a cualquier intento de desgastar su credibilidad. Parece ser que sus seguidores están cerrados a escuchar cualquier información contraria a la imagen que ellos se han formado de nuestro presidente.
En contraste, el presidente Peña Nieto en el momento en que detonó esta noticia, estaba bajo acoso de una oposición aguerrida, que hoy es gobierno.
Muchos estudios clásicos de comunicación definen que la gente de hoy se ha vuelto selectiva respecto a los temas a los que presta atención. La gente sólo es receptiva hacia aquello que apoya sus propias ideas, sus creencias, valores, deseos y expectativas, e ignora a los mensajes que se contraponen a lo que desea escuchar o conocer.
Es más, cuando existe una campaña respecto a un tema público relevante, el contenido de los mensajes simplemente refuerza el sentido de lo que el receptor ya creía con anterioridad.
El caso más representativo de este efecto comunicacional lo representan todas las campañas en contra del tabaquismo, incluyendo las denominadas “leyendas precautorias” expuestas en las cajetillas de cigarros, las cuales presentan imágenes que alertan a los fumadores sobre los graves riesgos del consumo de tabaco sobre la salud.
Desde hace años se sabe que el efecto disuasor de estos mensajes entre los fumadores es nulo. Mas bien fortalece las actitudes preexistentes: los fumadores fortalecen el consumo y justifican su adicción y los no fumadores se vuelven enemigos acérrimos del tabaco.
En marketing político se da por hecho que es improcedente tratar de convencer a quien no quiere escuchar.
En la historia de los estudios clásicos sobre comunicación importantes autores han abordado estos temas, como Melvin De Fleur, Joseph T. Klapper, y Leon Festinger. Como parte de la sabiduría popular mexicana hay un dicho muy descriptivo: “lo que no mata fortalece”.
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Nuestro presidente a lo largo de tantos años de trayectoria como opositor ha hecho de las críticas en su contra, el alimento del sistema inmunológico de su imagen pública.
Sin embargo, la democracia se nutre del debate, la disidencia y la confrontación de ideas y muere cuando un país se entrega incondicionalmente a un gobierno.
Es la clase media mexicana la que cuestiona asuntos importantes de la vida política del país y ya ha empezado a valorar nuestra cultura democrática. Sin embargo, el resto de la población focaliza su atención sólo en sus necesidades de sobrevivencia, lo cual significa que conceptos como “democracia”, “libertad”, “valores”, “corrupción” y otros muchos más, -que hoy son parte cotidiana del léxico político-, son recibidos como palabras vacías y sin significado.
Además, ante la falta de oportunidades reales y con nada que perder, a este segmento, -hoy mayoritario-, sólo le queda dar rienda suelta a sus resentimientos, rencores y deseos de que los que hoy tienen un mejor nivel de vida, sufran un poco de la cruda realidad que ellos han vivido desde que nacieron. Eso es lo que les ofrece la 4T… la esperanza de la revancha.
Este es el México que hemos construido entre todos, al ignorar las injusticias e inequidades que, durante décadas, -después de la Revolución Mexicana-, han vivido los sectores más vulnerables de nuestro país. Estos sentimientos son los que está capitalizando la nueva burguesía política de la 4T, que no ofrece nada bueno a cambio, -ni siquiera un sueño o esperanza de un mejor país-, pero sí la venganza reivindicatoria de los superhéroes.
La narrativa de la “venganza” es mucho más fuerte y creíble que la exhibición de la “verdad”.
Ni aun poniendo enfrente todas las evidencias que desnudan verdades incuestionables, los creyentes del evangelio de la 4T las aceptarán.
Combatir el demonio del neoliberalismo es su cruzada.
Por tanto, para salvar a nuestra democracia la oposición necesita reconstruir sus estrategias, evitando la confrontación directa, pues esta, -en el contexto actual de un México atrapado en un ánimo de conflicto y alta sensibilidad-, sólo fortalece al blindaje que protege a un gobierno insensible, pero experto en el manejo de la narrativa ideológica.
Se requieren acciones y no demagogia. México necesita un fuerte proyecto económico para generar empleos bien pagados, -por parte de la iniciativa privada-, que ayude a rescatar a los sectores vulnerables para insertarlos dentro de la clase media; esto cambiaría la historia de este país.
A su vez, los partidos políticos de oposición deben salir de su “zona de confort” y en lugar de centrar su atención en la búsqueda de privilegios, necesitan salir a buscar líderes sociales con vocación de servicio y darles oportunidades de crecer en la política.
Nuestro modelo político actual ya ha dado de sí y se percibe obsoleto. Es en la gestión social donde está la oportunidad.
Un cambio de actitud y ánimo frente a quienes nos rodean puede despresurizar el conflicto social que hoy nos tiene atrapados.
Hoy son tiempos de acciones solidarias y no de mensajes de buena voluntad.
Evitar el espíritu de confrontación y generar acciones constructivas es lo que necesita México.
PANAMÁ Y MÉXICO
Es muy importante que quienes rodean a nuestro presidente le hagan saber que el contexto social y político ha cambiado radicalmente desde sus inicios en la política. Hoy lo que diga el presidente de un país tan reconocido en el ámbito internacional, -como lo es México-, termina siendo analizado con seriedad en el extranjero, ya sea un mensaje expresado en la mañanera o en un mitin y aunque sólo esté etiquetado para sus simpatizantes.
México es una de las 20 potencias económicas del mundo y además, un país que ha acaparado grandes inversiones extranjeras y cualquier declaración presidencial pone nerviosos a los grandes capitalistas globales. Por tanto, las declaraciones irreflexivas y emocionales de nuestro presidente tendrán graves repercusiones futuras para nuestro país.
Primero la exigencia de que el rey Felipe VI de España ofreciera disculpas públicas por la conquista de nuestro territorio hace 500 años. Sin embargo, el conflicto ya ha escalado al terreno económico al involucrarse directamente a varias empresas ibéricas, sin tomar en cuenta que España es uno de los países con mayor inversión en México.
A su vez están los comentarios desafortunados de nuestro presidente en contra de la canciller panameña por haber denegado el beneplácito de su gobierno a la candidatura de Pedro Salmerón como embajador ante su país, lo cual es una atribución plobalmente aceptada en el protocolo diplomático. Esto derivó en un diferendo con el presidente de esta nación centroamericana, el cual se hubiese solucionado con un ofrecimiento de disculpas.
Esta cortesía diplomática no se ha cubierto aún, pero seguramente nunca sucederá.
A este preocupante panorama añadamos también el duro reclamo del presidente López Obrador al gobierno de Francia por no haber legislado aún para impedir en su territorio la venta de piezas precolombinas mexicanas sustraídas ilegalmente de México, lo cual abre un nuevo foco de posible conflicto.
Definitivamente, aunque el presidente López Obrador pudiese tener razón en el fondo de los reclamos, las formas utilizadas no han sido correctas.
Los asuntos que involucren a gobiernos extranjeros no deben ser tratados de modo personal por el presidente y menos aún con aderezo emocional.
Deben ser canalizados institucionalmente, como lo hizo el canciller Marcelo Ebrard respecto a la demanda del Gobierno de México en contra de las empresas norteamericanas fabricantes de armas, las cuales se han convertido en proveedoras del crimen organizado que opera en nuestro país.
El manejo ha sido estratégico, utilizando herramientas jurídicas respetadas por la legislación estadounidense.
INSENSIBILIDAD CRIMINAL
La noticia de que pobladores de la región saquearon a un tráiler accidentado en un paraje denominado El Fresno, ubicado entre Xalapa y Perote, en el Estado de Veracruz, mientras el chofer agonizaba sin recibir ayuda, es un acto criminal que no debe ser tolerado.
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Este hecho nos refleja cuánto se ha deteriorado la moral de este país, que tradicionalmente se había caracterizado por la solidaridad colectiva frente a las tragedias. Algo grave está sucediendo.
¿A usted que le parece?
Twitter: @homsricardo
JGR