Diversos estudios científicos están señalando que hay un declive en la población de abejas por diversas razones y una de ellas es el cambio climático. Además, la producción de miel también ha sido afectada porque las abejas están perdiendo su capacidad polinizadora.
Una de las consecuencias ligadas al calentamiento global es la reducción de polinizadores y que en algunos casos se están enfrentando a la extinción. En Europa, el 37 por ciento de las poblaciones de abejas ha disminuido y se calcula que ya ha desaparecido el 90 por ciento de esta especie de insectos.
La Real Sociedad de Geografía de Londres y el Earthwatch Institute nombraron a las abejas como ‘los animales más importantes del mundo’, ya que su función ecosistémica es imprescindible para los humanos.
Cabe señalar que el 70 por ciento de la agricultura mundial se produce gracias a las abejas y aproximadamente el 35 por ciento de estos productos no existirían si se extinguieran. Y no es todo, se calcula que alrededor del 70 por ciento de los alimentos que consumimos depende directa o indirectamente de estos insectos.
Otra característica que las hace únicas es que son el único ser vivo que no propaga ningún tipo de enfermedad, ya sea a través de hongos, virus o bacterias, pues no transportan patógenos; además de proveer de alimentos a los humanos son perfectas para convivir con ellos.
Sin embargo, abejas, abejorros, mariposas y otros polinizadores están desapareciendo a pasos agigantados ante el impacto del cambio climático y la industrialización de la agricultura. Fertilizantes y prácticas como los monocultivos están diezmando la población a base de favorecer parásitos, enfermedades y generar una menor disponibilidad y diversidad de alimento.
De ahí, es que se debe impulsar que estudios científicos advierten de su posible extinción.
Durante la pandemia, la población de abejas sufrió un pequeño descanso gracias al abandono de ciudades y cultivos. Aunque han proliferado gracias a las lluvias, no ha sido suficiente ante el problema global y no se ha reflejado en las cifras de descenso, que se mantienen estables. Aún así, estas cifras nos permiten hacernos una idea de su capacidad de regeneración.
Si la reducción de su población continúa a este ritmo, pronto nos quedaremos sin miel, sin abejas y, posiblemente sin planeta.
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