A principios de 1993, cuando todavía Carlos Salinas de Gortari mantenía viva su promesa de llevar a México al Primer Mundo, su gobierno aplicó una Reforma Monetaria que fue una salida psicológica a la inflación y a los precios que rondaban la locura, un bolillo costaba mil pesos.
A principios de 1993, el llamado Salinato vivía sus mejores días. El Programa Solidaridad era la estrella de un presunto México renovado y las cifras de la macroeconomía eran positivas, lo que marcaba un momento propicio para el nuevo peso.
La medida anunciada, desde mediados de 1992, consistía en quitarle tres ceros al peso y colocar en la realidad salinista a nuestra moneda. Los defensores de la Reforma Monetaria se dedicaron a repetir a que era la mejor opción para dejar en el olvido los años de la hiperinflación de los ochenta y colocar en un nivel más adecuado a nuestra divisa.
Para apoyar la medida se emitieron nuevos billetes y monedas que llevaban el apelativo de nuevos pesos y de golpe y porrazo, el bolillo, a partir del primero de enero, ya costaba un nuevo peso.
Frente al golpe psicológico de la desaparición de los tres pesos, no faltaron las voces que advirtieron sobre una escalada de precios y de la pérdida del poder adquisitivo de la clase trabajadora, y por supuesto, la amenaza vino del emblema del sindicalismo oficial, Fidel Velázquez.
Por su parte, los comerciantes se comprometieron a no elevar los precios y respetar el mandato de la autoridad de no reetiquetar.
Los encargados de la implementación de la reforma dieron un plazo de un año para que los mexicanos se acostumbrarán al nuevo peso.
El encanto no duró mucho tiempo, en mayo de 1993, es asesinado el Cardenal Posadas Ocampo. En 1994, el EZLN irrumpe en la escena, es asesinado Luis Donaldo Colosio y en diciembre le quitan los alfileres al milagro del Salinato.
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LM