La amistad puede entretejer conexiones inquebrantables entre dos seres, después de todo tal como dice aquel dicho popular, los amigos son la familia que elegimos a placer. Pero la sorpresa llega cuando nos damos cuenta de que podemos desarrollar lazos amistosos no sólo entre humanos, sino entre humanos y animales como esta amistad entre un hombre y un tiburón.
Rick Anderson, un instructor de buzo tiene la fortuna de vivir en carne propia este hecho y ha formado un inquebrantable vínculo de amistad con un tiburón, quien después de 10 años sigue buscándolo para recibir caricias.
Anderson está a cargo de una escuela de buceo por lo que no es extraño verlo zambullirse en las costas de Nobbys Beach en Nueva Gales del Sur, Australia. Constantemente hace inmersiones en la zona que ahora conoce muy bien y que se encarga de presentar a sus pupilos. Justamente en esta región diez años atrás, el buzo divisó a una pequeña hembra de tiburón de Port Jackson y aunque no se lo imaginaba, entablaría un vínculo de amistad con ella a quien nombró Ruby.
“Empecé a jugar con ella hace unos diez años cuando era sólo una cachorra de unos 15 centímetros de largo. Me acerqué con cuidado para no asustarla. Acto seguido comencé a acariciarla suavemente. Con cada inmersión, se fue acostumbrando a mí al punto de que me dejaba acunarla en mi mano mientras le hablaba con dulzura a través del regulador”.
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La grata sorpresa es que la pequeña Ruby reconocía a su amigo buzo y cada que se encontraban, nadaba de prisa hacia él para recibir las muestras de cariño. “Pronto se acostumbró al contacto conmigo. Nadaba hacia mí, jugaba entre mis piernas y esperaba el momento en que extendía los brazos para recibir un abrazo”, dice Anderson.
Los años han pasado y la hembra de tiburón ha crecido hasta su adultez. No obstante, el tiempo nada ha hecho a su amistad, incluso después de 10 años el buzo continúa visitándola, y Ruby, su amiga tiburón, sigue reconociéndolo como si el tiempo no hubiera transcurrido. La diferencia es que ahora ya no cabe en su mano y tiene que rodearla por completo con sus brazos para darle un cálido abrazo.
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Muchos han preguntado a Anderson cuál es la clave y aunque nadie lo puede creer, el responde que la clave simplemente es el respeto y el amor. “La mayoría de los buzos que ven esta interacción por primera vez no pueden creerlo. No le doy de comer a ella ni a ninguno de los otros tiburones con los que juego. Básicamente los trato con respeto y amor, al igual que haría con un perro”, aseguró Anderson.
Ruby ahora mide más de metro y medio de largo, y aunque pudiera parecer que su aspecto es atemorizante, cuando se ve su naturaleza tranquila de inmediato se derriba esa falsa idea. Su especie (Heterodontus portusjacksoni) se caracteriza por tener crestas prominentes encima de los ojos y patrones marrones similares a arneses que van desde sus ojos hasta la primera aleta dorsal. Es gracias a este patrón que el buzo es capaz de reconocerla, aunque ya es toda una adulta.
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LM