La gota que derramó el vaso: La explosión en Beirut

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Millones en Beirut pasaron del duelo a la ira, puesto que las impresionantes explosiones que sacudieron a la capital libanesa el pasado martes evidenció negligencias profundas e insuficiencias añejas, en un contexto particularmente difícil generado por la pandemia de COVID-19.

El impacto de las explosiones gemelas fue tan poderoso que las réplicas reverberaron hasta la isla de Chipre en el Mediterráneo Oriental, a 240 km de distancia. El espectro de fuego y humo era tal, que muchos especularon que Beirut había experimentado un ataque nuclear.

Tras el trágico evento, el sábado 8 de agosto, manifestantes ocuparon ministerios del gobierno, provocaron incendios y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad en una avalancha de ciudadanos contra autoridades.

Nubes de gas lacrimógeno envolvieron la plaza y la prensa libanesa reportó que policías estaban disparando balas recubiertas de goma. Ambulancias trasladaron a protestantes recién heridos a hospitales destruidos por las explosiones y rebasados por la emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19 y víctimas de la explosión.

La ira de muchos ciudadanos se ha dirigido a todo el espectro de facciones políticas, incluida la milicia chiíta Hezbolá, puesto que se cree que ejerce control sobre el puerto en el que se mantuvieron 2.75 toneladas de nitrato de amonio, un material altamente explosivo, durante más de seis años.

A pesar de que el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, dio un discurso el viernes deslindando a la milicia chiíta de la explosión, los manifestantes expresaron hartazgo con un sistema político más preocupado por su preservación en el poder que por el bienestar de sus ciudadanos.

Ahora, los residentes de la metrópolis libanesa buscan sobrevivientes y víctimas entre los escombros de una explosión que dejó al menos 160 muertos y 6000 heridos, mientras exigen respuestas sobre que pasó y que sigue.

En un intento por sosegar a una población afectada por una crisis económica que ha empujado a gran parte de la clase media a la pobreza, el Primer Ministro Hassan Diab dijo que adelantaría elecciones, puesto que las denuncias de los manifestantes se centraron en la corrupción y negligencia de un sistema clientelista. La libra libanesa ha perdido 80% de su valor desde el año pasado, recortando el valor de los salarios a medida que los precios aumentan.

Durante la manifestación, hablaron familiares de aquellos fallecidos en la explosión. El Washington Post reportó sobre la madre de Joe Akiki, un electricista de 23 años que trabajaba en el puerto, quien gritó ante la multitud, “¿Han visto a mi hijo? Tiene unos hermosos ojos color avellana. ¿Dónde está mi hijo? Han enterrado a nuestros hijos.”

Algunos manifestantes dijeron que la explosión es la última esperanza del país de producir cambios sistemáticos reales. Si esta tragedia sin sentido no logra sacar al Líbano de su parálisis política, ¿qué puede hacerlo?

En una columna para el New York Times, la escritora de Beirut, Lina Mounzer, reflexionó sobre el agotamiento que hoy experimenta Líbano, ante una serie de crisis con dolorosas consecuencias para millones luchando contra una economía contraída, un estado de inseguridad continuo y un sistema político desgastado — todo en medio de una pandemia global.

Mounzer señaló que el colapso económico exacerbado por los cierres en marzo ocasionados por el COVID-19, es el último desastre que ha sufrido el pueblo libanés.

“Si bien las protestas masivas que estallaron el 17 de octubre de 2019 contra la corrupción de la élite gobernante y el sistema sectario que defendían lograron derrocar al régimen, el nuevo gobierno ha hecho poco para aliviar o abordar el deterioro de las condiciones de vida,” escribió la escritora libanesa.

Mounzer describió el agotamiento como un estado generalizado en el país. El único antídoto parece ser una perseverancia cada vez más difícil de mantener. “Tal vez la persistencia ha sido siempre una ilusión que nos han alimentado y que seguimos diciéndonos para seguir funcionando bajo un Estado tan corrupto que no puede proporcionar un mínimo de servicios públicos o sociales.”

La periodista libanesa Luna Safwan recalcó que el “estado de emergencia” en Líbano se ha transformado en la norma de vida, pero tras haber sido exacerbado por la crisis sanitaria y económica ocasionada por el COVID-19, y ahora por estas explosiones masivas en la capital, hoy el país no se está desmoronando, está derrumbado.

Safwan recordó las guerras y disturbios en Líbano en los últimos 15 años, desde los múltiples asesinatos hasta las guerras políticas entre 2005 y 2008, pasando por la guerra de julio de 2006 con Israel, las rondas de disturbios civiles y conflictos locales, hasta los mortíferos enfrentamientos de Trípoli en 2012.

“Pero nada nos preparó para esto,” escribió la periodista libanesa para el Washington Post. “Esta explosión sacudió a nuestro país hasta la médula, Líbano ya no es un país al borde del colapso; literalmente se derrumbó el martes, con cientos de edificios afectados, y familias desplazadas y sin refugio.”

En un panorama de crisis global, la dolorosa y prevenible catástrofe en Beirut emerge como un recordatorio de las consecuencias tangibles de malas prácticas de gobierno.

Como recalcan Mounzer y Safwan, Líbano depende de su puerto en Beirut para importar alimentos y medicinas, que ahora escasean. Hoy, trabajadores médicos se ven obligados a tomar decisiones en la calle, balanceando recursos insuficientes entre víctimas y pacientes de COVID-19. Muchos hogares no tienen electricidad y una ciudad entera está destruida.

“¿Cómo se espera que se recupere de la destrucción total de su capital un país que ya lleva décadas luchando contra la mala gobernanza y que se enfrenta a una crisis económica, política y sanitaria a la vez?” preguntó Safwan en su columna.

La negligencia de las autoridades no solamente resultó en muertes eludibles, sino en el deterioro de la calidad de vida de millones que solo buscan trabajar, sostener a sus familias y vivir con seguridad. En palabras de Safwan, “lo imprevisible se ha vuelto insoportable e incluso, mortal.”

Twitter: @daniguerreroo