Es innegable que algo hicimos mal… el resentimiento social contra los anteriores gobiernos es legítimo y el índice de pobreza en el país es la evidencia más clara.
Sin embargo, la injusticia social y la inequidad en un país que, según CONEVAL en su estudio del 2020, el 56.7% de la población vive en pobreza por ingresos, es un problema de responsabilidad compartida entre gobierno y sociedad.
La misma sociedad que ha vivido en su zona de confort se ha olvidado de los desposeídos y de quienes viven en la pobreza. Este olvido es el resultado de una idiosincrasia nacional individualista, que impulsa a cada mexicano a aprovechar sus oportunidades para beneficio propio y de los suyos y olvidarse de quienes le rodean. Por tanto, nuestros políticos, como parte de esta idiosincrasia, siguen este patrón de conducta cuando obtienen poder.
Nuestros políticos se olvidan de ese segmento poblacional invisible al cual usan para justificar su demagogia y a cambio le dan migajas. Así ha sido siempre y así sigue siendo hoy. Al pueblo se le invoca continuamente en la narrativa gubernamental, de modo abstracto, pero poco se hace en la realidad cotidiana para sacarlo de forma definitiva de la pobreza, ofreciéndole oportunidades y no las dádivas de siempre.
La pobreza garantiza manipulación y eso lo saben los de la izquierda bananera: ¿por qué razón Cuba y Venezuela, teniendo gran riqueza natural, son países pobres donde la gente está en nivel de sobrevivencia.
Es evidente que en cualquier lugar del mundo la gente, que de la pobreza migra a la clase media, se vuelve menos dependiente de la ayuda gubernamental y más exigente respecto a sus derechos ciudadanos.
¿Por eso será que en México hay el interés de tomar decisiones que empobrecen al país? … ¿Será por ello que la pandemia del Covid le vino “como anillo al dedo” al gobierno que iniciaba?
Sin embargo… los políticos de hoy, esos que señalan con su dedo flamígero a los gobiernos anteriores, también fueron importantes protagonistas políticos de estos olvidos sociales. Ellos no acaban de llegar a gobernar apenas ahora, sino que llevan años en cargos públicos y muchos ocuparon niveles de altísima responsabilidad precisamente en esos gobiernos y partidos políticos a los que hoy señalan. Por tanto, fueron protagonistas o por lo menos, cómplices de estos olvidos, ante los cuales callaban cuando estaban en un cargo público y después despotricaban cuando entraban en campaña. Era parte de un mismo show, practicado en dos tiempos.
Es más, llevan dos años señalando lo mismo que hicieron en campaña, pero no han hecho nada para solucionar la pobreza y siguen repitiendo los mismos argumentos que cuando eran oposición, sin darse cuenta de que ahora gobiernan.
Coneval calcula un aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de personas en situación de “pobreza por ingresos”, sólo durante el periodo 2020. Seguramente estos nuevos pobres son los damnificados por el cierre de negocios, tanto dueños como trabajadores, a los que no se les apoyó con un programa de rescate como hicieron Estados Unidos y España, sólo por citar dos de entre muchos países.
Habemos muchos mexicanos de buena fe que no queremos regresar al pasado, donde evidentemente hubo corrupción, abusos e insensibilidad social. Sin embargo, tampoco vemos soluciones reales en las acciones de hoy… sólo demagogia que seduce, disfrazada de buenas intenciones.
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Lo grave es que la oposición, que debiese generar contrapesos al actual gobierno, dista mucho de poder conectar con la ciudadanía, pues siguen dirigiéndose sólo a quienes forman parte de su público de siempre y creen que así convencerán a todo México. Sus campañas simbólicas y frívolas no convencerán a un electorado movido por el resentimiento contra los anteriores gobiernos.
El único camino posible que tiene la oposición es reconocer sus omisiones del pasado y realizar las acciones que muestren un cambio sincero y después, pedir una nueva oportunidad.
Sin embargo, lo que hoy vemos es a una oposición insensible, con campañas de TV festivas y estereotipadas, que hablan de un futuro promisorio a un pueblo que no tiene asegurado como sobrellevar dignamente el presente.
El inicio de esta campaña electoral muestra la peor cara de la política mexicana… confrontación, reproches, polarización, manipulación y mentiras.
Y sobre todo… frases triunfalistas y manipuladoras con mensajes que intentan convencernos de que los problemas han sido resueltos, o sea, soluciones que simplemente están en la mente de quien se jacta de sus logros, porque la evidencia cotidiana nos muestra una realidad cruel, de feminicidios al alza, violencia criminal desbordada, negocios quebrando y dejando en el desempleo a cientos de miles de familias, desabasto de medicinas, -como siguen denunciando los padres de los niños con cáncer-, entre otros problemas cotidianos ignorados por un gobierno insensible.
Nos quieren convencer de que estar en contra de MORENA significa estar aliado con la corrupción de antes. Por tanto, debemos aclarar, que no aceptamos ni lo uno ni lo otro. Deseamos encontrar un nuevo camino que realmente signifique evolucionar para tener un mejor país en beneficio de todos.
El caso Salgado Macedonio pinta de cuerpo entero la baja calidad moral de MORENA al imponer candidatos cuestionados por la sociedad, precisamente en un estado asolado por la violencia criminal, que tiene bajo asedio a varios pueblos ante la indiferencia de los gobiernos estatal y federal. ¿Salgado Macedonio tendrá la autoridad moral para proteger a ciudadanos y pacificar a Guerrero?
Veo con preocupación que amigos inteligentes, de gran nivel intelectual, honorables y bien intencionados siguen dando un voto de confianza a un gobierno que está destruyendo la estructura institucional del Estado Mexicano con el fin de evitar contrapesos, los cuales son la esencia de la democracia.
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Estamos ante el inminente inicio de una campaña electoral inédita, carente de propuestas serias y dominada por la manipulación de los rencores, la frustración y la necesidad ciudadana de creer en que todo puede mejorar.
Sin embargo, frente a la alternativa que ofrece una oposición pequeña que no está a la altura del momento histórico que vive nuestro país, que parece no haber aprendido de sus errores y que es incapaz de ofrecer disculpas a la ciudadanía por la corrupción e injusticia social de sus gobiernos y menos aún ofrecer garantías para lograr un cambio real de fondo, vemos que se prepara el terreno para una “elección de estado”, donde la impunidad burda, al estilo de hoy, se impondrá cínicamente con el aplauso popular.
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En el diagnóstico de la problemática de México todos estamos de acuerdo. Hemos tenido gobiernos corruptos, insensibles a las necesidades de los desprotegidos y con un sistema de impartición de justicia inequitativo. Por ello, debemos exigir cero corrupción así como oportunidades de alcanzar un nivel digno de calidad de vida para todas las familias mexicanas. Sin embargo, en el cómo lograrlo están las diferencias abismales.
Obtener justicia social repartiendo pobreza para todos es la apuesta de MORENA. En contraste, lo que muchos queremos es ver repartir bonanza y crear crecimiento económico que beneficie a todos los mexicanos y el único camino para lograrlo es la productividad, así como estimular la inversión, que es lo opuesto a lo que está sucediendo con las reformas que ha impulsado el Congreso de la República.
La defensa de las instituciones y de nuestra democracia seguramente no estará protegida por esta oposición partidista débil y desconectada de la realidad cotidiana. Por ello, solamente la ciudadanía organizada podrá asumir este reto histórico. Para ello será necesario un pacto social entre el sector productivo y las bases populares, dando garantías de que habrá una distribución equitativa de la bonanza económica. Ahí es donde el sector productivo del país debe tomar el liderazgo.
Para ello, el sector empresarial debe reconocer la culpa que le toca asumir por no haberse preocupado por subir al desarrollo a todos los mexicanos, esperando siempre que con sus impuestos lo hicieran los gobiernos anteriores y de este modo mantenerse en su “zona de confort”.
Somos muchos los que no queremos confrontación, pero sí contrapesos; que no nos importa qué partido gobierne, pero que tenga la decencia de respetar nuestra opinión discordante frente a decisiones irresponsables que representan un retroceso para el país.
Somos muchos a quienes no nos interesa ejercer poder, pero exigimos que no se nos quiera tratar como traidores a la patria que pretenden mantener privilegios cuando lo único que deseamos es construir un país próspero e incluyente en los beneficios, para que se erradique la pobreza que hoy está creciendo bajo una política perversa que pretende mantener a los pobres como reserva electoral a cambio de dádivas.
Que se respete la división de poderes y la independencia de las instituciones autónomas que deben servir como indicadores del desempeño gubernamental, para corregir cuando sea necesario, a fin de lograr eficiencia en el ejercicio de la administración pública.
¿Esto es mucho pedir?… ¿No vivimos en democracia?
Sin embargo, esta pobre y raquítica oposición es lo único que tenemos a la mano para lograr contrapesos para mantener viva a nuestra hoy frágil democracia.
¿A usted qué le parece?
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