Este martes, el jurado ha declarado al expolicía Derek Chauvin culpable de los tres cargos de asesinato por la muerte del afroamericano George Floyd en una detención brutal el pasado 25 de mayo de 2020 en Minneapolis.
La tragedia, ocurrida plena luz del día y grabada en vídeo por los transeúntes, dio la vuelta al mundo y provocó una movilización global contra el racismo, lo que ha hecho de esto algo más que un juicio a un hombre y algo más que un veredicto.
El jurado integrado por 12 miembros -siete mujeres y cinco hombres que representan la diversidad racial de Minneapolis- deliberó a puerta cerrada durante cuatro horas el lunes por la tarde al final de un juicio de tres semanas.
Tras el veredicto, la fiscalía solicitó que se revocara la libertad bajo anza a Chauvin, lo que el juez Cahill concedió.
Chauvin fue esposado en la corte y puesto bajo custodia.
Unas 200 personas se reunieron afuera de la Corte de Distrito de Hennepin, a la espera de escuchar el veredicto. Al grito de “Uh, oh, Derek Chavin debe irse”, manifestantes de Black Lives Matter contaban en que se haría justicia.
Horas antes, el presidente estadounidense Joe Biden estimó como “abrumadoras” las pruebas contra Chauvin y pidió un veredicto “correcto”.
En sus instrucciones finales, el juez Peter Cahill destacó la gravedad del caso, que se produce en medio de una mayor tensión alimentada por otras muertes de personas negras a manos de policías blancos.
“No deben permitir que los prejuicios, la pasión, la simpatía o la opinión pública incluyan en su decisión”, dijo Cahill. “No deben considerar las consecuencias o sanciones que pudieran derivarse de su veredicto”.
Se requería un veredicto unánime para la condena por cualquiera de los tres cargos: asesinato en segundo grado, asesinato en tercer grado u homicidio involuntario.
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Los hechos
El 25 de mayo una patrulla acudió a una tienda del sur de la ciudad por el aviso de que un cliente había pagado su tabaco con un billete falso de 20 dólares. Era Floyd, que seguía en un coche aparcado frente a la tienda. Para vencer su resistencia inicial, Chauvin lo inmovilizó en el suelo junto a otros dos agentes y entonces tuvo lugar ese trance mortal. La rodilla de policía apretaba el cuello de un hombre negro que ya no se movía, que clamaba que no podía respirar y luego parecía muerto sin que este retirase la presión ni atendiese a las quejas de los viandantes impotentes y desconcertados.
El policía estaba acusado de los cargos de homicidio imprudente en segundo grado, asesinato en segundo grado (implica intención en el instante, pero no premeditación) y asesinato en tercer grado (definido en Minnesota como el cometido por alguien que, aunque no busca el objetivo de matar, causa la muerte actuando de forma peligrosa, con una “mentalidad depravada” y sin cuidado por la vida humana).
Ha sido hallado culpable de los tres delitos y puede cumplir hasta 40 años de prisión en el caso del asesinato en segundo grado, si bien para alguien sin antecedentes penales, como es su caso, las penas más habituales rondan los 12 años y medio. La sentencia de Chauvin, ahora en manos del juez Peter Cahill, puede tardar semanas o meses en conocerse.