Septiembre fue otro mes pésimo para el gobierno de López Obrador. Sigue sin poder domar la pandemia, que se acerca a los 80 mil muertos, la violencia fuera de control, con cotidianas masacres, las protestas sociales se intensifican, con plantones permanentes en el Zócalo, la economía sigue en picada, con pronóstico de que la demanda caerá al doble del PIB, y ante la ONU se hizo un ridículo supremo con un discurso que entronizó a Mussolini.
Por si no fuera poco, la corrupción siguió aflorando, propiciada por el propio presidente como el desvío ilegal de recursos públicos a la rifa de un avión o la exigencia de lealtad ciega a sus funcionarios y amigos, sin importar que violen la ley.
Esta exigencia de incondicionalidad fue desnudada por Jaime Cárdenas, quien había sido “amigo leal” de López Obrador, y presidía el Instituto para devolverle el pueblo lo robado, y renunció porque se negó a violar los procedimientos como se lo pedía Alejandro Esquer, secretario particular del presidente, y quien quedó expuesto de ser operador de sus corruptelas. ¡Cómo estará el infierno obradorista que hasta los diablos se siguen saliendo!
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JGR